SALARIA KEA: UNA ENFERMERA NEGRA EN LA ESPAÑA REPUBLICANA

Texto original en inglés, en la web de ALBA-VALB

Opúsculo de 14 páginas publicado en Nueva York en 1938 por el Comité Negro para Ayudar a España (Negro Committee to Aid Spain), con la ayuda de la Oficina Médica (Medical Bureau) y el Comité de América del Norte para Ayudar a la Democracia Española (North American Committee to Aid Spanish Democracy), con la colaboración de la Campaña de Ayuda Humanitaria a los Refugiados Españoles (Spanish Refugee Relief Campaign). 

Reimpreso el 6 de febrero de 1977 por los Veteranos de la Brigada Abraham Lincoln, con una introducción de Marion Merriman Wachtel

Sobre Salaria Kea O'Reilly (apellido de casada), ver su biografía: en la revista The Volunteer; en la Base de Datos de ALBA-VALB (en este otro enlace también) y en la Wikipedia (enlaces disponibles el 27 de mayo de 2019). Sobre su marido, John O'Reilly, ver este enlace.

Resumen Biográfico
Nació en 1913 (o 1911) en la ciudad de Georgia (Akron, Ohio, EE. UU.). Estudió enfermería en la escuela de formación del Hospital de Harlem, en Nueva York. Afiliada en 1935 al Partido Comunista de los EE. UU. (CPUSA), posteriormente se afilió al Partido Comunista de España. Tras recibir el pasaporte n° 378164 el 24 de marzo de 1937 que indicaba su dirección en el Harlem Hospital, aunque también aún en el no. 289 de Livingston Place, en Akron (Ohio); 
Navegó el 27 de marzo de 1938 a bordo del transatlántico Paris, llegando finalmente a España el 7 de abril de 1938. 
Estuvo destinada en los servicios Médicos Republicanos, como Evelyn Hutchins, con la que vino en el barco, y trabajó en el Hospital estadounidense en Villa Paz (Saelices, Cuenca). En España se casó con el voluntario irlandés John J. O’Reilly (1908-1987), del que luego tomaría el apellido. 
Regresó a los EE. UU. el 16 de mayo de 1938 a bordo del Normandie. También participo con el ejército de los EE. UU. en la Segunda Guerra Mundial como enfermera, llegando a ser oficial. 
Tras su vuelta a EE. UU. con su marido irlandés, como se indica en este enlace "La mayor lucha de la pareja radicaba en la cruda realidad de un matrimonio mestizo en Estados Unidos. (...) Hasta mediados de la década de 1950, la pareja vivió en una zona "neutral", principalmente judía. Posteriormente se mudaron a una casa en Grace Avenue, Bronx, de la que con el tiempo se verían presionados para que se fueran debido a agresiones e intimidaciones raciales.
En 1973, la pareja se mudó a Akron, Ohio, donde Salaria había crecido y donde vivían sus hermanos casados ​​y sus familias. Aquí, experimentaron el impacto positivo de una red familiar cercana y solidaria, pero también una serie de incidentes indecorosos, incluida la recepción de una amenaza anónima supuestamente del KKK tras haber asistido juntos a la misa dominical. Durante estos años, Salaria sufrió cada vez más problemas de salud mental y finalmente se le diagnosticó Alzheimer.
John O'Reilly cuidó de su esposa durante estos años difíciles durante todo el tiempo que pudo. Cuando murió el 31 de diciembre de 1986, Salaria ya se había olvidado de quién era. Murió el 18 de mayo de 1990. Se habían conocido en Villa Paz, la Casa de la Paz, y ahora yacían en paz uno al lado del otro en el cementerio de Glendale",  en su ciudad natal de Akron, Antes de morir pudo dar su testimonio en el documental "The Good Fight" (1984).

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¿Qué tienen que ver los negros1 con España? ¿Qué tiene España para nosotros? ¿Qué hay de Etiopía? ¿Por qué deberían los negros luchar en España? ¿Qué esperamos de esto? Estas son las preguntas que los negros se hacen continuamente. Es su respuesta inmediata ante cualquier pregunta sobre España. Aparte de la amplia cuestión del humanitarismo, las respuestas son simples.

La Italia fascista ha invadido y domina Etiopía. Ha sido un golpe terrible para los negros de todo el mundo. Etiopía representaba el último puesto de primera fila bajo el control de una autoridad negra, de un autogobierno negro. Cientos de negros de este país [EE. UU.] intentaron unirse a las fuerzas etíopes. Pero Etiopía en aquella época estaba tan remotamene lejos que pocos tuvieron éxito. He dicho 'en aquella época' deliberadamente. Desde entonces, la velocidad de los acontecimientos mundiales ha acercado mucho Europa y Oriente al pensamiento y al conocimiento local.

Incluso en aquella época, se recaudaban miles de dólares de personas en todos los países del mundo amantes de la libertad. Suecia y Dinamarca enviaron ambulancias y suministros médicos. Los negros de Nueva York enviaron un hospital de campaña con 75 camas y 2 toneladas de suministros médicos. Enviaron dos delegaciones al emperador Haile Selassie. Trajeron dos delegaciones etíopes a este país [EE. UU.] para conseguir más apoyos para Etiopía. Un joven médico blanco de Evanston, Illinois, fue la primera víctima extranjera. Fue asesinado en un ataque de un aeroplano fascista italiano a los hospitales de campaña etíopes. Alemania, Italia y Japón no enviaron nada, excepto gas envenenado para matar etíopes.

Italia acabó con la invasión de Etiopía y llevó sus tropas a España. Allí había una segunda pequeña nación, feudal y subdesarrollada. El amargo resentimiento contra Italia seguía irritando. Los cientos de muchachos negros a los que se les había impedido ir a Etiopía ahora veían los problemas con mayor claridad. Para ellos, España era ahora el campo de batalla en el que el fascismo italiano podía ser derrotado. Y tal vez una Italia derrotada en España se vería obligada a retirarse de Etiopía. La única esperanza de recuperación de Etiopía radicaba en la derrota de Italia. El lugar para derrotar a Italia ahora estaba en España.

El linchamiento de los negros en América, la discriminación en la educación y en el empleo, la falta de instalaciones hospitalarias para negros en la mayoría de las ciudades (y las instalaciones muy pobres en otras), todo esto se les presentó como parte de una imagen del fascismo: de un grupo dominante que empobrece y degrada a un grupo menos poderoso. El pronunciamiento rotundo de Alemania y de Italia contra todos los que no eran arios eran pruebas convincentes. Pensando así, cientos de negros se fueron a España. Aquí, en la Brigada Internacional de Voluntarios, encontraron a otros negros. Desde Djibouti, el mecánico jefe del emperador Haile Selassie había ido "para asestar un golpe por una Etiopía libre". De Sudáfrica, de Cuba, del Senegal francés, de Haití, de Camerún, llegaron negros, se quedaron y lucharon.

Médicos negros llegaron a los hospitales y atendieron a los heridos. Conductores de ambulancias y camilleros negros. 

Y una joven enfermera negra...

INFANCIA
La vida de Salaria Kea comenzó como la vida de millones de otras niñas negras en este país [EE. UU.]. Su padre era un trabajador. Por su labor como asistente en el Hospital Estatal para Enfermos Mentales2 se le pagaba un pequeño salario. Su familia aumentaba constantemente. Tenía todos los elementos habituales de tragedia y frustración. Se sacrificaba a los hijos mayores para que los más pequeños pudieran tener la educación que las circunstancias económicas y la falta de disposiciones adecuadas por parte del gobierno hacían imposible. Vivió todos los conflictos de prejuicios raciales y la limitación que se impone a todos los niños negros en este país.

Cuando Salaria tenía seis meses de edad, su padre fue apuñalado hasta la muerte por un paciente en el Hospital Estatal para Enfermos Mentales. El hospital no tenía suficiente personal. Los pacientes difíciles podían acabar facilmente con un asistente solitario. Su escaso salario no permitía ningún margen de ahorro. La compensación a la familia fue insignificante. Su viuda se llevó a sus cuatro hijos pequeños a Akron, Ohio. Allí vivíó con amigos de la juventud del señor Kea. Dos años después, la señora Kea regresó a Georgia. Allí se casó con un granjero. Ella lo había conocido desde la infancia en Millageville. Los niños se quedaron con unos amigos en Akron, Ohio.

La señora Jackson se los llevó entonces a su casa. El esposo de la Sra. Jackson era botones en el Country Club en Akron. Por lo tanto, su esposo tenía unos ingresos irregulares. Además tenían cinco hijos propios. La ayuda pública para el cuidado de los niños negros dependientes, incluso en el norte, siempre se ha quedado muy por detrás de la ayuda para los niños blancos. Y la ayuda para niños blancos, excepto en casos aislados, estaba muy por detrás del estándar de decencia normal que un país avanzado como el nuestro debería tener. Y hace veintiséis años las condiciones eran aún peores.

Los "ingresos" del Sr. Jackson no alcanzaban para una familia de once personas. Cuando el hermano de Salaria, Andrew, tenía nueve años, dejó la escuela. Lo mejor que pudo encontrar fue trabajar como repartidor de la tienda de comestibles. El salario era de 1,50$ a la semana. Poco después, [sus hermanos] George y Arthur también abandonaron la escuela y se pusieron a trabajar.

Pero mantuvieron cuidadosamente a Salaria en la escuela. Ella era brillante en sus estudios y activa en el atletismo. En la Escuela Secundaria Central de Akron le dijeron que no podía jugar en el equipo de baloncesto porque "ningún negro había sido admitido en el equipo". Al hablar de esto, Salaria decía que: "Estaba muy abatida, naturalmente. Pero, mis hermanos me dijeron que siguiera adelante, que no me detuviera".

Luego, los hermanos llevaron el caso a la Junta Escolar y finalmente aseguraron el traslado de Salaria a West High School. Se dejó claro su derecho a participar sin restricciones en actividades deportivas. Esa fue su primera comprobación de que no se deben aceptar ni nos debemos someter a prácticas injustas. Se debe resistir y luchar.

FORMACIÓN Y TRABAJO EN EL HOSPITAL DE HARLEM (NUEVA YORK)
Durante las vacaciones de verano, Salaria trabajó en la oficina del Dr. Bedford Riddle, un médico negro de éxito de Akron, Ohio. Cuando se graduó en la escuela secundaria, el Dr. Riddle la convenció para que estudiara enfermería. Siguiendo su consejo, Salaria ingresó en la Escuela de Formación del Hospital de Harlem.

El personal del hospital de Harlem era mixto, con negros y blancos, en la mayoría de los departamentos. Sin embargo, dentro de la institución había prácticas graves de discriminación racial. En el comedor se notaba mucho. Ciertas mesas estaban reservadas para los trabajadores blancos. Los miembros blancos de mayor rango comían en comedores privados, mientras que los miembros negros del mismo rango comían en el comedor común. Las enfermeras negras de mayor edad advirtieron que esto siempre había sido así y que no se podía hacer nada al respecto. Un día, Salaria entró en el comedor con un grupo de sus compañeras. Sólo encontraron una mesa vacía, así que se sentaron en ella. La camarera se negó a atenderlas diciendo que la mesa estaba reservada para los trabajadores sociales blancos. El dietista lo confirmó. Al momento, las cinco estudiantes se levantaron, cogieron los extremos de la tela y tiraron la mesa.

Las condiciones en el Hospital de Harlem "olían muy mal" desde hacía mucho tiempo. Cuando la noticia de esta historia se filtró, el alcalde envió un comité para investigar las condiciones del hospital. Para entonces, las estudiantes se habían organizado y habían hecho una lista con algunas demandas básicas. Éstas eran:
  1. Acabar con la discriminación racial en el comedor.
  2. Nombrar un dietista negro para el equipo, que entonces estaba compuesto por cinco blancos.
  3. Otorgar más autoridad a las enfermeras encargadas, las cuales funcionaban simplemente como jefas de segunda3 y pequeñas capataces.
Todas estas demandas se obtuvieron a la vez.

Esa fue la primera experiencia de Salaria en una acción grupal, en la resistencia organizada y programática contra la injusticia. Anteriormente sus hermanos la habían ayudado en cada situación. Normalmente ella era la única mujer negra involucrada. Cuando en un lugar no conseguía algo, la trasladaban a otro. Ahora ella estaba aprendiendo a resistir, a organizarse y a cambiar las condiciones. Emergió con un nuevo sentimiento de identidad grupal. Fue en 1933.

En 1934, Salaria se graduó en la Escuela de Capacitación del Hospital de Harlem. Después de un breve servicio en el Hospital Sea View, ella regresó como miembro regular del personal del Hospital de Harlem. Fue asignada al servicio en la división de obstetricia. Durante aquel tiempo se hablaba de las pésimas condiciones del Hospital de Harlem. Ahora, como enfermera con responsabilidad, Salaria empezó a darse cuenta de lo que ello quería decir. La sala estaba abarrotada y con poco personal. Sólo una enfermera a cargo de una sala de maternidad y una guardería con cincuenta bebés. Cincuenta bebés para ser alimentados y limpiados tres veces cada noche: ciento cincuenta comidas y ciento cincuenta cambios, y sólo una enfermera para hacerlo. Además estaba la sala de bebés considerados anormales4. Generalmente se atendía alrededor de doce bebés y a otras tantas madres infectadas o anormales4, muchas de ellas infectadas con enfermedades transmisibles. Éstas, por supuesto, deberían haber estado aisladas y cuidadas por una enfermera exclusivamente. A veces, estas madres enfermas vagaban por la sala de bebés sanos. Una vez Salaria encontró a una de las mujeres alimentando a un bebé sano con leche que había dejado su propio hijo enfermo.

Ella escribió un informe llamando la atención sobre estas condiciones. Inmediatamente, la trasladaron a la sala de partos y le advirtieron de que "se ocupara de su propio trabajo". Normalmente, dos enfermeras asistían a cada médico en un caso de parto. Aquí, Salaria se encontraba sola con tres partos en tres salas separadas y, por supuesto, con tres médicos diferentes.

Ese verano la diarrea infantil se había extendido por todo el hospital. Diariamente morían de tres a cinco bebés. La gente en la calle comenzó a rumorear refiriéndose al hospital como la "Casa de la Muerte". Pero el hospital continuó admitiendo nuevos pacientes y no se tomaron medidas adicionales para frenar la epidemia. El descontento finalmente se cristalizó en una protesta organizada. Un piquete exigió una investigación sobre la muerte de tantos bebés y que se cerrara la sala de maternidad durante la investigación. Estas demandas se cumplieron. El análisis del informe mensual de los médicos, que indicaba la verdadera causa de muerte de los pacientes, se comparó con el informe final que se enviaba mensualmente al departamento de hospitales. Se hizo evidente que el departamento de hospitales no estaba siendo informado con precisión de las condiciones del hospital. Siguió una investigación pública, se tomaron medidas serias y Salaria aprendió que su seguridad dependía de la seguridad de su grupo.

LA ESPAÑA REPUBLICANA
Las actividades de Salaria se unieron a las de las enfermeras más progresistas. Juntas asistieron a conferencias y debates sobre asuntos cívicos, locales, nacionales e internacionales. Los debates la ayudaron a comprender lo que estaba sucediendo en Harlem y su relación con los eventos en Europa y África. El fascismo alemán y su ataque a las razas, la incursión de Italia en Etiopía. Y ahora España. 

Cuando Italia invadió Etiopía ya estaba lista. Con grupos de enfermeras y médicos de Harlem, ayudó a reunir las primeras dos toneladas de suministros médicos y vendajes enviados desde este país [EE. UU.] a Etiopía. Ella participó activamente en la campaña que iniciaron los médicos de Harlem y que finalizó con el envío de un hospital de campo con 75 camas a Etiopía.

Imagen captada en Harlem (Nueva York) de la campaña para llenar un barco con ayuda humanitaria para España. Salaria està sentada a la izquierda, en una ambulancia que era una donación “Del pueblo negro de América al pueblo de la República Española" (ALBA/VALB)









Cuando Mussolini llevó a sus tropas italianas de Etiopía a España, Salaria comprendió que ésta era la misma lucha. Había aprendido lo suficiente para entenderlo. El 27 de marzo de 1937 navegó desde Nueva York a la España republicana con la Segunda Unidad Médica Americana. Un grupo de doce enfermeras y médicos. Salaria era la única mujer negra en este grupo. Cientos de muchachos negros la habían precedido. Habían ido como soldados, médicos y conductores de ambulancias. Ella fue la primera mujer negra en irse.

Salaria está detrás, a la derecha, en otra imagen de la misma donación.


Era el tres de abril cuando el grupo llegó a Port Bou, en España. Una enorme delegación de hombres, mujeres y niños españoles bajaron para darles la bienvenida. Un niño pequeño abandonó la multitud y se acercó a Salaria. Tomando su mano se quejó suavemente:
  • "¿Por qué no viniste ayer?"
  • "¿Por qué ayer?" le preguntó Salaria.
  • "Porque ayer los fascistas vinieron con sus aviones y lanzaron bombas. Mi madre, mi padre y mis hermanos pequeños murieron. No teníamos médicos ni enfermeras que los cuidaran después de que cayeran las bombas. Quédese aquí. Si los fascistas regresan con bombas, quizás todos nosotros moriremos si no te quedas aquí".
Salaria con el uniforme del
American Medical Bureau,
en España, hacia 1938
Las instrucciones oficiales les indicaron que debían establecer su hospital en Villa Paz, cerca de Madrid5. Villa Paz había sido la casa de verano del rey Alfonso XIII, y estaba desierta desde su abdicación en 1931. Era un hermoso palacio bajo, blanco, ubicado en un hermoso jardín. Había una piscina de azulejos brillantes rodeada por altos cipreses. El palacio estaba ahora ocupado por vacas y cabras. Los campesinos todavía vivían en sus pequeñas y húmedas casuchas. El suelo estaba sucios. Para tener calefacción quemaban estiércol seco de vaca en la parte superior de una estufa de azulejos construida en una esquina. Los campesinos estaban tan acostumbrados a la pobreza y a las dificultades que incluso ahora no se atrevían a mudarse al palacio abandonado del rey. En su lugar, se lo entregaron al ganado.

Este fue el primer ejemplo concreto de discriminación que veía Salaria en el que la raza no tenía ningún peso. Aquí era el campesinado contra la nobleza. Los campesinos habían aceptado previamente la creencia de que no se podía hacer nada al respecto, al igual que las enfermeras de Harlem habían aceptado la discriminación racial en el comedor del hospital. Al igual que las enfermeras de Harlem, los campesinos ahora estaban aprendiendo que se podía hacer algo al respecto. Se resistió, se luchó, la libertad podía ser una realidad. No había nada en los viejos prejuicios con lo que no se pudiera acabar. Las cosas podían cambiar y hacerse justicia.

Salaria Kea tras Evelyn Hutchins
tras su llegada a Barcelona en 1937
Con la autorización del Gobierno Republicano de España, l
a Unidad Médica Americana expulsó a las vacas de inmediato. Limpiaron el edificio y establecieron el primer hospital estadounidense de base en España. Las vacas volvieron a vivir en las chozas con suelo de barro de los campesinos.

El palacio era exquisito. Había plomería por todas partes. Pero el agua rara vez corría por las tuberías. Las enfermeras y los pacientes recolectaron suficiente dinero entre ellos para instalar una bomba de gasolina, que a veces funcionaba. Había cuatro baños. Los campesinos nunca habían sabido hasta ahora para qué servían.


La electricidad llegaba al palacio. Pero el sistema de cableado estaba obsoleto. A menudo, en medio de una operación crítica, los médicos y las enfermeras se encontraban repentinamente en la oscuridad. Muchos pacientes murieron como resultado de ello. Nuevamente las enfermeras y los médicos y pacientes contribuyeron, esta vez con 1.800 pesetas. Con ello instalaron un servicio de energía fiable y moderno.

Nunca se le había ocurrido al rey mandar hacer bien el proyecto de su lujoso palacio. Los palacios eran feudales en su esplendor. A menudo se les pasaba por alto el simple saneamiento. Las moscas y los mosquitos eran una amenaza constante para los hombres heridos. Una vez más, el personal médico reunió sus limitados fondos personales. Compraron marcos, abrieron ventanas nuevas y construyeron puertas. Los antiguos establos se convirtieron en un largo comedor, con una amplia cocina abierta. Todo el trabajo fue realizado por los pacientes, asistido y dirigido por el personal de enfermería y el personal. Días ocupados. ¡Mucho que hacer, y tan poco con lo que hacerlo! El combustible escaseaba, el agua era incierta y la comida era pobre, principalmente frijoles y aceite de oliva rancio. A menudo tenían hambre.

Salaria Kea, con el grupo de enfermeras y médicos de la expedición a España de la AMB. También se ve medio tapada a la conductora de ambulancias Evelyn Rahman-Hutchins. (ALBA-VALB)

Las jóvenes españolas que las ayudaron tenían entre 15 y 30 años. Ninguna sabía leer ni escribir. El nuevo gobierno estaba haciendo todos los esfuerzos para liquidar el analfabetismo. (Cuarenta y cinco por ciento de las personas eran analfabetas cuando estalló la guerra en 1936. Este número se ha reducido en un veinte por ciento ahora). Dos soldados hispanoamericanos heridos se ofrecieron como voluntarios para enseñarles mientras estaban convaleciendo. En seis meses Villa Paz había liquidado su analfabetismo. Todo el mundo sabía leer y escribir.

EL AMERICAN BASE HOSPITAL EN VILLA PAZ (CUENCA)
Las camas del hospital pronto se llenaron de soldados de casi todas las razas y lenguas conocidas y de todos los rincones de la tierra, con todo tipo de lesiones y dolencias. Checos de Praga y de pueblos bohemios, húngaros, franceses, finlandeses. Pueblos de países democráticos que vieron la invasión de España por Italia y Alemania como una amenaza para la paz y la seguridad de todos los países pequeños. Alemanes e italianos, exiliados o escapados de los campos de concentración y luchando por su libertad estaban aquí en primera línea de batalla en España. Etíopes de Djibouti, que buscaban recuperar la libertad de Etiopía mediante el estrangulamiento de las fuerzas de Mussolini en España. Cubanos, mexicanos, rusos, japoneses que no simpatizaban con la invasión japonesa de China ni con el eje Roma-Berlín-Tokio. Había blancos y negros pobres de los estados del sur de los Estados Unidos. Estas divisiones de raza, credo, religión y nacionalidad perdieron importancia cuando se reunieron en España en un esfuerzo conjunto para hacer de España la tumba del fascismo. El resultado de la lucha en España implicaba la muerte o la consecución de las esperanzas de las minorías del mundo.

Salaria vio que su destino, el destino de la Raza Negra, estaba inseparablemente ligado con el destino de España; que los esfuerzos de los negros debían ser en alianza con otras minorías como el único seguro contra un futuro incierto. Y en España trabajó con libertad. Sus servicios fueron reconocidos. Por primera vez trabajó sin discriminación racial ni limitaciones.

No había demasiadas manos hábiles para que los heridos se sintieran cómodos. Se precisaban los servicios de todos. Las enfermeras enseñaron a los carpinteros a hacer suministros para el hospital: shock blocks6, respaldos, marcos balcánicos para los brazos fracturados, y el fuego y el combustible que se necesitaba desesperadamente.

Los fascistas habían capturado las minas de carbón de España y ahora estaban siendo trabajadas por los industriales alemanes. Dos años de guerra y todos los árboles de España habían sido quemados para hacer combustible. Una mañana con una lluvia fría trajeron a un joven soldado francés. Una de sus piernas tuvo que ser amputada inmediatamente. No hubo tiempo para darle algo de calor, y ni siquiera el combustible para ello aunque hubieran tenido tiempo. En lugar de reponerse, el paciente se derrumbó por la conmoción y el frío. El edificio estaba helado y húmedo.

"Llenad su cama con botellas de agua caliente", ordenó el doctor. Las enfermeras trataron de poner en funcionamiento pequeñas estufas de aceite que se negaron a encenderse con queroseno diluido. Era horrible ver morir a aquel joven muchacho cuando algo tan simple como el agua caliente podía salvarlo. Todas eran enfermeras muy jóvenes. Sin poder hacer nada se miraron.

Salaria miró el reloj, notó que se acercaba la hora de la comida y que la sopa debería estar hirviendo. Con agilidad, recogió botellas de agua caliente, corrió escaleras abajo y, sin que se notara, entró en la cocina. Con una jarra grande llenó las tres botellas de agua caliente con sopa humeante. El paciente se recuperó.

En otra ocasión las estufas estaban encendidas, pero la bomba se había averiado, por lo que no había agua caliente. Un paciente de dieta especial necesitaba huevos pasados ​​por agua a intervalos precisos. El vino está en todas las mesas españolas. Una jarra de vino pronto estaba hirviendo en la estufa y el paciente tenía sus huevos a tiempo.

Salaria Kea en la operación de un niño en España, en 1938

Los días pasaron. Largas horas de trabajo con las noches indistinguibles de los días. El lunes era como el sábado. Pero el domingo era diferente. Siempre se sabía que era domingo. A las siete de la mañana llegaban los campesinos, con pequeños carros cubiertos con lona, cargados con sus mujeres y niños. Venían al hospital estadounidense en busca de ayuda. Bebés de un mes de edad, niños ciegos, niños cubiertos con úlceras, generalmente como resultado de no recibir atención médica o educación para la salud. (Los leales luchaban por la educación y el servicio social). A veces traían un pollo o una cabra joven en sus brazos como ofrenda de agradecimiento. A menudo huevos frescos, un verdadero servicio para casos de dietas especiales. La leche y los suministros médicos enviados desde Estados Unidos se compartían con estos niños desnutridos. Aceite de hígado de bacalao para bebés raquíticos y ropa de abrigo, que a menudo salía del limitado suministro personal de las enfermeras. Tanta necesidad en todas partes. Las enfermeras y el personal médico regalaban sus pertenencias personales cuando los suministros llegaban tarde desde Estados Unidos.

SOLDADOS NEGROS EN ESPAÑA
Cuando Salaria se fue a España, cientos de hombres negros ya habían
Oliver Law
sentido 
la guerra de España por la libertad como parte de su propia lucha. Oliver Law, Walter Garland, Douglas Roach, Milton Herndon estaban en el frente del Jarama7. La brigada llevaba ciento veinte días en las trincheras. Oliver Law estaba al mando. Se decía que había llegado su turno para irse de permiso. Había venido con los primeros voluntarios estadounidenses a España y no había tenido ni un sólo día de licencia. Le encantó la idea de que una enfermera negra se acercara y se preparó para darle la bienvenida. Pero, según cuenta la historia, tras meses en las trincheras, su ropa estaba hecha unos harapos. No tenía zapatos y su ropa interior se mostraba a través de los rotos de sus pantalones.

Douglas Roach, con un cartel
de las Brigadas a su espalda
Estaba de excelente humor. Llamó a sus compañeros negros y les sugirió que se lo jugaran a las cañitas, el que cogiera la más corta iría en su lugar. Douglas Roach cogió la de menor tamaño. Los otros lo miraron ansiosamente mientras él se vestía para la ocasión. El vestuario de Doug estaba en buen estado a pesar de los meses en las trincheras. Tenía una técnica increíble para buscar comida. Le habría prestado su atuendo a Law, pero Doug era bajo y Law era un poco más alto.

Más tarde Salaria tuvo a Doug como paciente. Llegó a Villa Paz con una profunda herida de metralla en el hombro. La recuperación nunca fue completa. Lo enviaron a su casa en EE. UU. y murió unos meses después8

Ella cuidó también al teniente Garland cuando fue herido por segunda vez. Fue en la misma batalla en la que murió Oliver Law. Garland fue paciente dos veces en Villa Paz. Salaria lo describe: 
Walter Garland y
voluntarios irlandeses
"A Garland nunca le pudimos convencer de que estaba herido y de que no era apto para el frente. Cada mañana nos preguntaba: '¿El médico me enviará de regreso a mi brigada? Los chicos me necesitan'. Un día los aviones estuvieron volando bajo continuamente sobre el hospital. Durante la cena, faltó Garland. A las diez de la mañana del día siguiente, desde el cuartel general de la Brigada llamaron por teléfono a nuestro comandante para saber si habíamos perdido a algunos pacientes. Dos estadounidenses, un inglés y un francés se habían presentado para el servicio. Era Garland y sus compañeros. Los combatientes antifascistas nunca sintieron que no fueran aptos para la acción mientras pudieran caminar". 



EN EL FRENTE
A principios de abril de 1938 llegó la orden de trasladarse al frente. Cada enfermera, así como cada combatiente que iba a España, esperaba con impaciencia el día en que pudiera estar en medio de la batalla en lugar de servir sólo 'tras las líneas'. Para establecer un hospital de campaña se buscaron tres médicos, seis enfermeras, un cuerpo de carpinteros, mecánicos, personal subalterno y un convoy de tres ambulancias, dos camiones y equipo. Establecieron la unidad fuera de un pequeño pueblo, cerca de Teruel9. Los dos primeros días fueron tranquilos. Desde la aldea, cada mañana, mujeres, niños y ancianos salían a trabajar sus campos. Al atardecer volvían a sus casitas. La noche del tercer día, los aviones fascistas volaron bajo, lanzando bombas. Al día siguiente nadie fue al campo. La mayoría de ellos estaban muertos. Los heridos fueron llevados al hospital de campaña estadounidense para los primeros auxilios. Desde allí fueron evacuados al hospital base en el Pueblo de Cañada10. Esa noche, el convoy del hospital de campaña se trasladó más lejos y estableció su unidad cerca de dicho pueblo.

Salaria describe esos días en aquel pueblo: "Esa noche, alrededor de las siete, los pacientes comenzaron a llegar por centenares. Durante toda la noche trabajamos para tratar al mayor número posible de pacientes y dejarles por detrás de las líneas del frente. Cuando llegó la mañana nos quedaban diecinueve pacientes. Estaban heridos tan gravemente que no parecía seguro moverlos. A las ocho de la mañana nos visitaron cinco aviones fascistas. Volaban muy lentamente y muy bajo sobre nuestra unidad. Durante unos veinte minutos dieron vueltas, cerca de nosotros. Se marcharon. Al cabo de una hora habían regresado. Esta vez eran diez. Nos apuntaron con sus ametralladoras y comenzaron a disparar, terrible y continuamente. Nadie resultó herido y se fueron volando al cabo de un rato. A las 11:15 h regresaron quince aviones. Esta vez se enfrentaron con siete aviones del gobierno y juntos lucharon justo sobre nuestra unidad de hospital. Podíamos escuchar las balas perdidas mientras caían entre los olivos".

Abraham David Barsky
"En unos treinta minutos, los siete aviones del Gobierno habían hecho retroceder a los quince aviones fascistas. Durante todo ese tiempo, tuvimos mucho trabajo que hacer y así continuamos. A las 1:25 h, unos veinticinco aviones se acercaron en formaciones de uno, dos y tres aeroplanos. Mucho antes de llegar a nuestro campamento, comenzaron a lanzar bombas. Podíamos escucharlas caer y también verlas. Estaba sentada bajo un árbol cenando con el Dr. Pike, también estadounidense. Las bombas caían cada vez más cerca, y más cerca, incluso más de lo que yo había imaginado, hasta que el Dr. Pike dijo que nos fuéramos a una trinchera cercana. Lo hicimos. Cuando me instalé en la trinchera, recuerdo haber visto al Dr. Barsky. Después de eso escuché una explosión, y luego me fui a dormir. El Dr. Barsky me despertó gritando para saber si yo estaba herida. Le dije: "No". Escuché gritos. Helen Freeman, una enfermera estadounidense, había resultado gravemente herida. Una enfermera española y luego supimos que también una inglesa, habían resultado gravemente heridas. Muchos de los pacientes habían muerto. Estaban ingresando a nuevos heridos. Y empezamos a trabajar con ellos. De repente, nos quedamos sin suministros de material estéril. Justo en la colina, estaba estacionado nuestro automóvil de operaciones móviles. Estaba a cargo de un conductor de ambulancias estadounidense. Dos de nosotras corrimos hasta la colina para conseguir más suministros. Cuando llegamos a la ambulancia, el conductor yacía fuera, muerto con la cabeza hacia atrás". 

A la mañana siguiente se ordenó evacuar al contingente del hospital. Los fascistas habían roto nuestras líneas. Viajaron toda esa noche. Los caminos habían sido arrasados por las bombas fascistas. En un momento dado, recogieron los proyectiles vacíos que habían explosionado procedentes de las armas de Franco. Las marcas en ellos indicaban que habían sido hechos por una firma estadounidense. (El embargo estadounidense era de armas para el gobierno legal y republicano de España. Alemania e Italia eran libres de comprar armas de cualquier país y enviarlas a Franco. Por lo tanto, realmente no había restricciones para la compra de armas para los fascistas).

A la mañana siguiente instalaron de nuevo el hospital de campaña. Hacía treinta y seis horas que no comían. Cientos de heridos habían sido atendidos en ese intervalo de tiempo. El viaje por carreteras sin asfaltar había sido difícil. Antes de levantar otra vez el hospital, hicieron una fogata en el campo, para preparar la comida. Apenas se había encendido el fuego cuando los aviones enemigos comenzaron a atacar el lugar. El fuego enemigo separó el hospital de la línea de combate. Dos ambulancias fueron capturadas, y perdieron a cuatro médicos. Muchos miembros del equipo cruzaron nadando el río Ebro por seguridad.

Salaria se separó también de su unidad. Hizo autostop y, lentamente, tras una serie de etapas, se pudo unir de nuevo a la unidad médica estadounidense cerca de Barcelona. Allí instalaron un hospital con 4.000 camas. Carecían lastimosamente de los suministros más básicos. Muchos pacientes heridos de gravedad tuvieron que ir con sus vendajes, sin cambiar, durante varios días porque no había más vendajes quirúrgicos. Los pacientes que podían sentarse lavaron sus vendajes sucios durante la madrugada y esperaron a los médicos y enfermeras para que se los volvieran a poner bien.

Barcelona estaba bajo un continuo bombardeo en aquel momento. Las colonias de niños se convirtieron en el blanco especial del bombardeo fascista. Después de los bombardeos, las enfermeras acompañaban a la ambulancia al lugar en el que habían caído las bombas. Ellas llevaban pequeñas palas. Primero con sus manos recogían los fragmentos destrozados de cuerpos humanos: cerebros, miembros, una sección de la cabeza... Después removían con sus manos bajo la tierra suelta. Usaban la pala al final. Había peligro de golpear algún cuerpo que no estuviera muerto y que se pudiera recuperar. A mayor profundidad, sí utilizaban la pala.

Una mañana, la ambulancia y las enfermeras fueron enviadas a una de las colonias de niños. Una bomba había roto el edificio por la mitad. Ciento cincuenta niños habían sido asesinados. Salaria estaba cavando en el tercer piso. Una pequeña mano sobresalía. Una manga de percal brillante cubría el brazo. Dejó la pala a un lado y comenzó a quitar suavemente la tierra, para que no se hiciera más daño aún al niño o niña al que debía pertenecer el brazo. Con toda la tierra a un lado, levantó el brazo con cuidado. Solo quedaba el pequeño brazo. Una madre destrozada cruzó apresuradamente la calle y abrazó el brazo contra su pecho, gimiendo: "Mi bebé, mi bebé".

¡Cuántas tragedias compartió con los españoles! Su rostro se volvió familiar en los periódicos y salas de cine españoles. Apareció en dos películas sobre este país: "Heart of Spain"11  ("Corazón de España") y "Return to Life"12 (Regreso a la vida"). Varias veces los comunicados del gobierno republicano la citaron por su valentía y eficiencia. Cada vez más, la causa de España le parecía la causa de las minorías de todo el mundo.

Fue en marzo cuando su unidad hospitalaria sufrió un bombardeo particularmente intenso. El grupo estaba cenando bajo los árboles y contando las balas que salpicaban el campo que se disparaban desde los aviones enemigos que volaban bajo. De repente, se dio la señal "¡A cubierto! ¡A las trincheras!" Acostada, con la cara arrugada en el suelo de la zanja, oyó una tremenda explosión. Algún tiempo después la desenterraron y le sacaron de encima al menos seis pies de roca, vainas de proyectiles y tierra. Una bomba había explotado al final de la zanja.

La lesión resultante la dejó incapaz de continuar con el servicio hospitalario. Tuvo que volver a los EE. UU. Informó de inmediato al servicio de la Oficina Médica en Nueva York. Ella prestó entonces una especial atención a la obtención de suministros médicos que tanto se necesitaban para las personas en España. Su experiencia con ellos le daba un conocimiento de primera mano de la gran necesidad. Era difícil, decía, ver tantos bienes en todas partes y recordar que muchas veces la vida de un paciente se perdía debido a una infección sólo porque no se disponía de un vendaje quirúrgico o del antiséptico más simple. Y así, durante estos meses de convalecencia, Salaria Kea viajó por todo el país para pedir ayuda, asistencia médica y alimentos para la población de España.

"Los negros han dado sus vidas allí", dijo ella, "tan valientemente como cualquier héroe de cualquier época. Seguramente los negros darán voluntariamente los medios para aliviar el sufrimiento de un pueblo atacado por el enemigo de todas las minorías raciales -el fascismo- y de sus exponentes más agresivos -Italia y Alemania-".
Salaria Kea en 1982 o 1983 en un fotograma del documental "The Good Fight", sobre el batallón  Lincoln en España.
Tenía ella unos 70 años de edad.

NOTAS DEL TRADUCTOR
 
1 Se ha traducido por el término 'negro' o 'negra' la palabra usada en el inglés original 'negro/negroes', ahora en desuso en los EE. UU. por ser considerado un término ofensivo para referirse a la población afroamericana, dado que creo que ese término se ajusta mejor al usado en España en la época en la que el opúsculo fue escrito.
"Insanes" (locos) en el original en inglés. Como en otras ocasiones, el uso de cierta terminología de la época choca con la que se usa actualmente.
"Straw bosses" (jefas de paja) en el original en inglés.
"Abnormals", en el original en inglés. Desde la perspectiva actual posiblemente lo correcto sería decir 'con dificultades especiales'.
5 Villa Paz, en realidad, está en la provincia de Cuenca.
6 Palabra que tiene que ver con medidas terapéuticas para personas heridas, cuya tradución precisa al castellano no conozco.
7 Debía ser el frente de Brunete, al oeste de Madrid, en el mes de julio de 1937.
8 En realidad, murió un año más tarde, en julio de 1938.
9 No creemos que fuera muy cerca de Teruel, ya que en ese momento de la primavera avanzada de 1938, el frente estaba mucho más hacia el este.
10 No estamos seguros de a qué pueblo se refiere, quizás, si era la provincia de Teruel, se trate de pueblos como Cañada de Bentanduz o Cañada de Verich, pero no lo sabemos.
11 "Heart of Spain" es un documental estadounidense de 1937 dirigido por Herbert Kline y Charles Korvin, narrado por Norman Bethune y Hazen Sise. No la vemos a ella en la película, pero si a su unidad hospitalaria en el frente, al final del film. Se puede ver la película entera en este enlace, y un corto de la misma en éste.
12 "Return to life", documental estadounidense de 1938 dirigido por Henri Cartier-Bresson (como Henry Cartier) y Herbert Kline, narrado por Richarsd Blaine y Pierre Unik. No hemos encontrado ningún enlace de la película por Internet.


(traducción de Alfonso López Borgoñoz, con la ayuda de Marina López Rodríguez, mayo 2019)

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